En el año 1995 el municipio de Boñar (provincia de León) tenía 2.816 habitantes. Esta cifra ha disminuido hasta los 1.766 en el año 2024, es decir, más de un 37% de pérdida de población en apenas 30 años. Por desgracia la situación va a peor, y no es un hecho aislado. En la última década más de la mitad de los municipios de España han perdido población, a pesar de que el país en cifras globales cada año aumenta el número de habitantes. Durante el 2024 solo seis provincias perdieron población en nuestro país; León, Zamora, Cáceres, Badajoz, Córdoba y Jaén. Para variar, la más castigada sigue siendo Zamora, que no para de batir récords en despoblación, envejecimiento de la población, y también es la provincia con menor porcentaje de menores de edad.
Después de esta pequeña introducción repleta de datos (podéis acudir al Instituto Nacional de Estadística para corroborarlo), mi intención es mostrar un hartazgo que arrastro desde hace tiempo sobre esta situación, pero también sobre las reacciones desde fuera a lo que comúnmente se llama ahora "España vaciada". No es casualidad que los peores datos demográficos giren habitualmente en torno al eje norte de la frontera con Portugal, es decir, Ourense, León y Zamora, y las provincias aledañas. Tras la postguerra nuestro país quedó devastado y miles de familias tuvieron que emigrar para buscar un futuro mejor, lo que se conoce como el éxodo rural. Este movimiento masivo de personas se hizo principalmente hacia las ciudades donde la industria era importante en aquella época, Bilbao, Barcelona o Madrid eran las capitales de provincia que más habitantes comenzaron a recibir.
Tras el franquismo y la llegada de la "democracia" (estas comillas dan para un artículo a parte sobre la transición), se tomaron decisiones trascendentales para intentar descentralizar la gestión de las políticas públicas sobre el territorio, como la creación de las comunidades autónomas, que acabarían adquiriendo mayores competencias años más tarde. En los años 80 el gobierno tuvo la genial idea de eliminar algunas líneas de ferrocarril que vertebraban parte del país y unían cientos de pueblos con cabeceras de comarca y capitales. el tren de la Ruta de la Plata, que conectaba todo el oeste (ese que ahora sufre las consecuencias) desapareció por completo. Por desgracia las políticas tanto del Partido Popular como del PSOE no han cambiado mucho durante los últimos cuarenta años, siguen en su empeño por centralizar la administración de tal forma que cada vez sea más complicado moverse en transporte público por las provincias más maltratadas, que también andan faltas de médicos, y donde cierran escuelas para que los niños se vean obligados a mudarse a una ciudad si quieren recibir una educación pública digna.
Como veis hay lugares que llevan más de medio siglo viendo cómo el tejido productivo y los servicios públicos se centralizan de tal modo que la vida resulta inviable, y las casas que antaño dieron cobijo a familias enteras hoy se caen a pedazos porque nadie quiere mudarse a un lugar donde no hay acceso al trabajo, la sanidad, la educación o la cobertura (ni ser influencer te dejan en un pueblo de montaña). Por si fuera poco todavía tenemos que soportar que nos miren con lástima los urbanitas que se creen que pueden cambiar el mundo, nuestro mundo, con medidas redactadas en un despacho que no ha pisado una pedanía de 3 habitantes en su vida. Y aguantar el paternalismo con el que hablan sobre la "España vaciada", como un lugar inhóspito al que el cosmopolita medio debe rescatar, y traernos la cultura porque según algunos somos demasiado paletos para poder hacer cosas por nuestra cuenta.
En muchas ocasiones he hablado ya sobre las ventajas y los inconvenientes de vivir en un pueblo, es evidente que no todo es blanco o negro. Pero lo que siempre tuve claro es que nuestra situación no es casual, que está planificada por unas políticas que nos prefieren despoblados y en silencio, y que la solución a este problema va mucho más allá de los resorts turísticos que cuatro iluminados creen que nos salvarán de la hecatombe (como si el turismo generase riqueza, que se lo digan a un canario). Es difícil armar una lucha organizada en lugares donde cada vez hay menos gente, y la que queda ya no tiene fuerzas para estar al pie del cañón. Pero la despoblación no se combate con agendas de colores y papel mojado, necesitamos trabajo de calidad, y que se deje de recortar en servicios públicos esenciales para la población rural. Que nuestra tierra deje de ser vaciada y vacilada.
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