Nací un día de invierno en el que, según mi madre, hacía calor. Algo inusual en León para ser principios de febrero. Esto ocurrió en 1998, cuando mi pueblo, Boñar, tenía 2.621 habitantes. El año pasado esa cifra alcanzó los 1.766, un 32,62% menos. Por desgracia en provincias como la mía esto es la norma y no la excepción, decenas de pueblos pierden población cada año debido a múltiples factores como la falta de empleo estable o la escasez de servicios.
A menudo la gente dice que vivir en un pueblo es más barato, que las casas son mucho más asequibles y todo está mejor de precio. Y en parte tienen razón, pero evidentemente lo barato sale caro. Si quieres vivir en un pueblo tienes que tener un coche, teniendo en cuenta el coste no solo de adquirirlo, si no de mantenerlo y repostarlo a menudo. Porque quizá algún pueblo se salve, pero en la mayoría o no hay transporte público o el que queda es muy deficitario. También es muy probable que trabajes en otro lugar, por lo que los desplazamientos serán continuos, y en muchos de ellos tampoco hay tiendas, bancos, farmacias o centro de salud, así que el coche se convertirá en tu mayor aliado.
En caso de teletrabajar asegúrate de poner potentes repetidores que den señal en tu casa, porque a pesar de estar en 2025 muchas zonas rurales siguen teniendo graves problemas de cobertura móvil e internet, y muchas averías tardan en arreglarse. Buscar la paz y la desconexión queda muy bien para presumir en instagram de tu retiro espiritual, pero la gente que vive en esos lugares necesita hacer gestiones online para evitar tener que desplazarse decenas de kilómetros hasta la oficina más cercana.
Si tienes hijos más te vale ahorrar para que puedan no solo estudiar en el instituto, si no acceder a estudios superiores como FP o la universidad. Esto es algo que siempre envidié de la gente que vive en la ciudad, el hecho de poder ir a la facultad sin tener que mudarse y pagar un alquiler a mayores. Afortunadamente hay becas para ello, pero si siguen siendo como cuando yo estudiaba no cubren ni el alquiler completo de una habitación enana en un piso compartido que lleva sin reformarse desde los años 70.
La ciudad es cara y a veces hostil, no seré yo quien lo niegue. Pero en ella hay tiendas, farmacias, centro de salud, hospital, oficina de correos, oficinas de las sedes de la administración del Estado, autobuses, trenes, más oferta de empleo que en las zonas rurales, y en muchas de ellas universidad y varios centros de formación profesional. Servicios públicos que muchas veces se sufragan con dinero de todos los contribuyentes, porque aunque algunos no lo crean los habitantes de las zonas rurales también pagan impuestos.
Con esto no quiero decir que una cosa sea mejor que otra, pero estoy cansado de que se romantice el pueblo y solo se hable de lo bueno cuando muchas veces hay gente que con todo el dolor de su corazón se tiene que ir por falta de oportunidades y de servicios. Que las casas sean baratas en el pueblo es lo mínimo que se merece esa gente que cada día tiene que luchar por evitar que un servicio más se elimine por completo de su municipio e incluso de su comarca. Así que la próxima vez que penséis en los pueblos hacedlo de una forma reivindicativa, e intentad uniros a la lucha de estos lugares por no ser olvidados por las instituciones públicas. Porque cualquier vecina, tenga los habitantes que tenga su pueblo, merece tener una vida digna y estable.
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