martes, 8 de abril de 2025

El empresario arriesga y el obrero muere

En el año 2024 fallecieron en España 796 personas por accidente laboral. Setecientas noventa y seis vidas destrozadas, con nombre y apellidos, con seres queridos que no se imaginaban que su madre, hermano, tía o hijo iría a trabajar como cada día para no volver nunca más. De media más de dos personas pierden la vida cada día en su puesto de trabajo, en distintas provincias, diferentes puestos, y unas condiciones que en más de la mitad de los casos son excesivamente precarias.

Hace una semana cinco mineros murieron en una mina de Asturias por un accidente que aún se sigue investigando. Esta noticia conmocionó a miles de personas, sobre todo en la provincia de León (de donde eran los fallecidos) y en las cuencas mineras de Asturias, que desgraciadamente ya vieron morir a más paisanos en situaciones similares. Ahora es cuando la gente se pregunta "¿se podrían haber evitado todas estas muertes?". La respuesta es muy simple, sí. Llevo toda mi vida viendo cómo muchas empresas se mofan de los protocolos exhaustivos en materia de Prevención de Riesgos Laborales que deberían cumplir, y como es evidente unas cuántas no lo llevan a cabo. No entregar ropa adecuada a los empleados, no acondicionar el puesto de trabajo para que tenga unas condiciones mínimas de seguridad, o ignorar las reiteradas quejas de las trabajadoras que sufren daños en su centro de trabajo pueden parecer nimiedades, pero a muchas personas les ha costado la vida.

Hay un mantra que todo liberal económico que se precie repite sin cesar, "el empresario es el que arriesga". Ya no entramos en el debate de que poner el capital inicial no te da derecho a sangrar a tus empleados hasta exprimir la última gota de su plusvalía, es que no hay dinero en este planeta que valga más que una vida. Así que no, poner 60.000 euros para fundar una Sociedad Anónima no es más arriesgado que no proporcionar los EPI a obreros que trabajan a más de 20 metros de altura. Invertir en prevención salva vidas, pero no hacerlo le ahorra a la empresa un dinero extra que evidentemente no reinvertirá en aumentar el sueldo a quienes realmente lo arriesgan todo a cambio de un mínimo legal que a veces ni se cumple.

Si una muerte pudo haberse evitado significa que detrás de cada fallecido hay un responsable, un homicidio (seamos generosos y pensemos que es imprudente) que merece ser castigado. Los inspectores de trabajo llevan tiempo advirtiendo de que sus recursos son limitados, y la normativa demasiado laxa con quienes ponen en riesgo a diario la vida de sus empleados. Ojalá la seguridad laboral no fuese un lujo y nuestros derechos dejasen de ser papel mojado.

Un saludo personal y afectuoso para todas las personas que habéis perdido a algún ser querido en un accidente de trabajo. 



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