Después de mucho pensar me he dado cuenta de que en este nuevo blog aún no he publicado ningún relato, así que he querido rescatar uno que escribí hace ya algunos años y tenía olvidado en un cajón.
"Era una fría tarde de otoño, una más en la que Lucas podría pasarse horas, que le parecían minutos, mirando por la ventana cada copo de nieve que se posaba sobre el asfalto. Algo que inexplicablemente le hacía feliz. Al anochecer le gustaba leerle algún libro a su compañero de habitación, aunque le decían que no podía escucharle, pero él lo hacía de todos modos. Otro de los momentos que más disfrutaba Lucas era cuando su madre o su padre iban a visitarle, algo que ocurría prácticamente a diario. También le entusiasmaba conversar largo y tendido con la abuela de su compañero, a quien consideraba casi como su propia abuela, pues habían pasado tanto tiempo juntos que así lo sentían ambos. A parte de las visitas, la habitual lectura nocturna, o mirar por la ventana, poco más se podía hacer en aquella habitación de hospital.
El personal de enfermería a veces le llevaba alguna sorpresa a Lucas, organizada por asociaciones contra el cáncer infantil para hacer más amena y divertida su estancia en aquel lugar. Él disfrutaba mucho con ello, era un niño muy agradecido, pero sentía mucho no poder compartirlo con su compañero Roberto, que perdió a sus padres en el accidente de coche que le dejó en coma. Los médicos, que consideraban a Lucas un niño bastante maduro a pesar de tener solo 11 años, a veces le explicaban que era imposible saber si su compañero despertaría algún día, aunque él al igual que su abuela nunca perdió la esperanza.
Pasaron los días y llegó el mes de diciembre, que trajo consigo una nevada tan invernal que tuvo al entusiasmado Lucas una semana pegado a la ventana. Un día entre aquel temporal apareció su madre, que fue a hacerle la habitual visita, pero esta vez era algo más especial, pues le preguntó a su hijo qué le gustaría que le regalasen esas navidades. El muchacho, que ya se esperaba esa pregunta, sorprendió a su madre respondiendo que se lo dejaría por escrito pero que no podría leerlo hasta el mismo día de Navidad, esa era su única condición. Y así hicieron, Lucas escribió en una carta el regalo que deseaba aquellas fiestas, y su madre le prometió que no lo leería hasta el día 25.
Pero el destino quiso que una piedra más se interpusiese en su camino, y unos días antes de esas fechas tan señaladas la enfermedad del pequeño Lucas empeoró. Su madre y su padre estuvieron con él todo el tiempo, sin separarse de la cama de la que a penas se podía levantar.
Me ha gustado. 🫡🙂
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