martes, 31 de diciembre de 2024

Despropósitos de año nuevo

Si eres de esas personas que cada 31 de diciembre hace balance (a mi personalmente siempre me sale a pagar) y se propone mejorar con la entrada del nuevo año, este artículo es para ti. El cambio de año es un acontecimiento muy importante para la gran mayoría de la población, pero no es más que la percepción psicológica que tenemos debido a la relevancia que social y culturalmente se le da a esta fecha. Así que, ¿afecta a nuestras vidas realmente el fin de año y comienzo del siguiente? La respuesta, obviamente, es no.

Pero sí que es cierto que muchas veces necesitamos un empujón externo que nos ayude a cambiar algunos hábitos, y el hecho de comenzar un año nuevo es una muy buena excusa, aunque es completamente innecesaria. Yo por ejemplo llevaba más de 2 años sin publicar nada, siempre que me proponía comenzar un blog y volver a hacer algo que me apasiona lo iba dejando. Y de repente un martes de noviembre cualquiera dije "hoy es el día". Porque no necesitamos celebrar ningún acontecimiento importante para proponernos algo (y esto os lo dice un excelente procrastinador), basta con echarle ganas y hacerlo, en vez de darle vueltas o esperar al día idóneo para actuar.

Tampoco está de más recordar que los "propósitos de año nuevo" muchas veces son ideales que no tenemos intención de cumplir, así que seamos un poco más realistas que nadie se muere por no ir al gimnasio. Cualquier día es bueno para dejar de hacer algo o empezar a hacerlo, bastante tienen algunas personas el día 1 de enero con aguantar a gente que no les agrada, o recuperarse de una noche demasiado larga. Así que os deseo un muy feliz miércoles mañana y ojalá os vaya todo bien en la vida, porque al final tener salud y ser felices es realmente el único propósito que merece siempre la pena.



martes, 24 de diciembre de 2024

Sin familia en Navidad

La festividad del solsticio de invierno se celebra desde hace siglos en la mayor parte del mundo de varias formas diferentes en función de la fe que se profese, la región en la que se viva, y un sinfín de particularidades más. Para quienes vivimos en un país en el que la tradición cristiana sigue muy arraigada (a pesar de que cada vez incrementa más el número de personas agnósticas o ateas) lo habitual es celebrar la Navidad. Y a pesar de que cada persona lo celebra de una forma u otra la mayoría lo hacen en torno a un concepto común, la familia. Pero desgraciadamente no todo el mundo tiene la suerte de estar en entornos familiares sanos, y para muchas personas pasar estas fechas con sus familiares puede convertirse en una auténtica pesadilla.

Afortunadamente cada vez se va extendiendo más la idea de disfrutar de las fiestas con amigos, que al fin y al cabo son la familia que se elige. Es hora de dejar ciertas tradiciones a un lado y preguntarse si realmente merece la pena pasar ese mal trago por ver a gente que te trata mal y a la que tienes que visitar por el mero hecho de llevar tu sangre. Que nada ni nadie os haga sentir culpables por ello porque no todas las familias son buenas y no tenéis obligación alguna de agradar a alguien, ya sea tu madre o tu abuelo, si esas personas no os hacen bien. Por eso en un día tan señalado como hoy me gustaría recordar que la Navidad es simplemente un festivo que debemos pasar con quienes nos hagan felices, o incluso solos si eso es lo que deseamos.

No voy a extenderme mucho más porque el mensaje de hoy es claro y conciso. Estar sin familia en Navidad es algo habitual y muchas veces más sano para la salud mental de quienes prefieren ser felices y abandonar convencionalismos que no siempre son positivos. Porque si alguien no te quiere no merece el calificativo de "familia", tengáis o no parentesco. Espero que paséis unas felices fiestas y seáis felices, no dejéis jamás de ser como sois. 



martes, 17 de diciembre de 2024

El león y el castillo

Este artículo bien podría llamarse "el divorcio amistoso que nos merecemos y nunca llega", pero quizá primero habría que poner en contexto a aquellas personas ajenas a nuestro problema territorial. León y Castilla son dos de las regiones más importantes de la historia de nuestro país, tal es así que parte del escudo de España (y de muchos otros lugares) se representa con un león y un castillo. Pero un día llegó la constitución de 1978 y con ella un plan para organizar España en comunidades autónomas, ¿y a que no sabéis qué dos regiones históricas no se respetaron en ese momento? Exacto, León y Castilla. Los mapas de aquella época inmediatamente anterior a la creación de las comunidades autónomas establecían que Castilla La Vieja estaba formada por las provincias de Ávila, Segovia, Valladolid, Soria, Palencia, Burgos, La Rioja y Cantabria, mientras que la Región Leonesa estaba compuesta por León, Zamora y Salamanca.

Lo que sucedió después ya es de sobra conocido, Cantabria y La Rioja obtuvieron una autonomía uniprovincial, y el resto de Castilla La Vieja se juntó con la Región Leonesa en una macro comunidad de nueve provincias y una superficie de 94.224km2 (casi un 20% del territorio de España). Este proceso tuvo críticas muy duras de provincias como Segovia, que luchó por su propia autonomía independiente, y sobre todo de la sociedad leonesa que salió en masa a las calles reivindicando la autonomía que a día de hoy miles de leonesas y leoneses siguen reclamando. El estatuto de autonomía de Castilla y León establece que esta nuestra comunidad no tiene capital, pero Valladolid lo es de facto al albergar las sedes más importantes como las cortes (exceptuando casos muy puntuales como la sede en Burgos del Tribunal Superior de Justicia). Este hecho ha supuesto que la ciudad pucelana salga beneficiada en detrimento de las demás gracias a la política excesivamente centralista de esta entidad, y a la partida presupuestaria no provincializada que recae mayoritariamente en Valladolid al albergar las sedes más importantes de la Junta.

Ahora bien, no seré yo quien alimente a las partes de una guerra constante que no es capaz de identificar los problemas y los culpables de que tanto León, como el resto de provincias, estemos en una situación socioeconómica tan alarmante. Yo personalmente estoy a favor de la autonomía del País Leonés por muchas razones que van más allá del sentimentalismo o la historia feudal. Considero que necesitamos mayor autonomía para gestionar nuestro propio territorio, y darle a nuestros pueblos y comarcas la importancia que merecen. Pero no caigamos en mensajes simplones y engaños populistas, los problemas de León y el hecho de no tener aún una autonomía propia no son culpa de Castilla ni lo han sido jamás. ¿Acaso una vecina de Soria es la responsable de la despoblación de las comarcas de Zamora? ¿Es un ciudadano de Medina de Rioseco quien nos impide alcanzar la autonomía? 

A veces se nos olvida que, a pesar de ser cierto que las provincias del País Leonés padecen en mayor medida que algunas castellanas, la identidad del pueblo vecino también lleva años siendo borrada y mancillada por el nacionalismo español. Es la política centralista y nuestros políticos sucursalistas, de todas las provincias, quienes no solo nos impiden crecer y ser autónomos si no que se empeñan en hundirnos cada vez más. León y Castilla deberían unirse por un objetivo común, divorciarse amistosamente y luchar por sus propios intereses sin pisarse el uno al otro, respetando su voluntad y soberanía, y llegando a acuerdos cuando sea necesario por el bien de ambas. León nunca será Castilla y Castilla jamás será León, pero es importante entender que tenemos enemigos comunes que jamás van a permitir que seamos libres y soberanos.



martes, 10 de diciembre de 2024

Día de los Derechos (in)Humanos

Hoy 10 de diciembre es el día de los Derechos Humanos, una fecha muy importante que por desgracia pasa desapercibida, ya que se conmemora que el 10 de diciembre de 1948 se presentaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un texto que recoge a penas 30 artículos en los que se detallan los derechos básicos que cualquier ser humano del mundo debería tener. Por ejemplo, el artículo 3 dice "todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona". El artículo 4 recuerda que nadie estará sometido a esclavitud, y el 5 que nadie será sometido a torturas o tratos crueles e inhumanos. Hay que entender que esta declaración fue elaborada por representantes de todos los países del mundo poco después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, un contexto de verdadero terror e incertidumbre que consiguió unir a las naciones con el objetivo de evitar que algo tan cruel pudiera repetirse. 

Sin embargo, casi 80 años después, millones de personas de diferentes partes del mundo siguen sufriendo cada día la violación de sus derechos, sin paz ni libertad, sin acceso a la justicia y desamparados por organizaciones internacionales que un día fueron creadas supuestamente para protegerles de todos los males que financian los países con mayor peso en la ONU. El genocidio que sufre el pueblo Palestino, la privación de cualquier derecho de las mujeres en países como Afganistán, el exilio de miles de armenios, el trato inhumano a los inmigrantes en las fronteras con algunos países de Europa, las guerras civiles en Birmania o Sudán... Todo esto ocurre bajo la atenta y despreocupada mirada de quienes firmaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y se limitan a llamar la atención a los criminales que diariamente violan esos derechos, sin actuar en consecuencia.

¿Hasta cuándo vamos a seguir así? Es terrible tener que admitir esto, pero los Derechos Humanos no son más que papel mojado si jamás ha habido un solo minuto de paz en todo el mundo. Las organizaciones y Estados que no actúan para defenderlos hasta la última consecuencia son cómplices de cada masacre, de cada atentado contra la humanidad. No hay un solo tratado internacional que se haya cumplido, pero hay miles de políticos y jefes de Estado que se reúnen para fingir que lucharán por una paz y una justicia que ellos mismos corrompen con su silencio e inacción. Porque hay que ser realmente inhumano para ponerse de lado cuando vulneran nuestros derechos en cualquier parte del mundo.



martes, 3 de diciembre de 2024

El queer de la cuestión

Detrás de cada nombre hay una historia, detrás de cada sigla hay miles de ellas que merecen ser contadas. Quizá para la mayoría de personas que banalizan con este tema una letra no significa nada, pero la Q es mucho más que la decimoséptima letra del alfabeto latino. Hace a penas tres días se aprobó una enmienda en el 41º congreso federal del PSOE para que el partido utilice las siglas LGTBI cada vez que quiera referirse al colectivo LGTBIQ+ (es decir, sin la Q y el +). Esta propuesta entra dentro de las peticiones de algunos grupos internos del partido que consideran que parte del colectivo, y en especial la gente queer, atenta contra los derechos de las mujeres. De hecho algunas de ellas lo han celebrado eufóricas como un avance, alegrándose del retroceso que supone para la visibilidad de miles de personas del colectivo LGTBIQ+. 

Pero, ¿qué significa ser queer? ¿Por qué tanto revuelo por una simple letra? Es un término que antaño se utilizaba de forma peyorativa para describir a los homosexuales como algo raro y extraño. Con el tiempo el colectivo se apropió de esa palabra para actualmente utilizarla como paraguas en el que se integran todas aquellas personas cuya identidad no se engloba dentro de los estrechos márgenes establecidos de género, como por ejemplo las personas no binarias. Recordemos que hasta hace no mucho tiempo ni si quiera se tenían en cuenta las siglas LTBI, y se englobaba todo tras la palabra homosexualidad o gay (el hombre delante para que no se espante). Afortunadamente y tras muchos años de lucha reivindicativa se ha empezado a hablar más de las personas bisexuales, lesbianas, trans e intersexuales, que a menudo son invisibilizadas incluso dentro del propio colectivo.

Ha costado mucho tiempo y sacrificio poner sobre la mesa la realidad de miles de personas y romper con las normas establecidas del binarismo y la existencia de una única forma de expresión del género y la orientación sexual. Las etiquetas importan, y el paraguas queer engloba a muchísima gente que hasta hace no mucho tiempo vivía con miedo de expresarse libremente tal como es. La visibilidad salva vidas, y permite a muchas personas seguir adelante sabiendo que no están solas. No existe ningún complot contra las mujeres y sus derechos, lo único que quiere el colectivo LGTBIQ+ es que se respete la identidad y la vida de quienes sobreviven bajo ese paraguas que se ve amenazado por aquellos que pretenden imponer su propio criterio en base a unas normas conservadoras. Porque no sobran siglas, simplemente falta humanidad.