"Se reconocen y protegen los derechos: a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción." Así comienza el artículo 20.1 de la Constitución Española, que reconoce la libertad de expresión como uno de nuestros derechos fundamentales. Para aquellas personas despistadas los derechos fundamentales (recogidos en la sección 1ª del Capítulo Segundo del Título I de la Constitución) son derechos inviolables pertenecientes a toda persona por su dignidad, que deben respetarse y están (o deberían) muy protegidos.
Os preguntaréis a qué se debe esta pequeña introducción jurídica. Me parece adecuado comenzar así un texto breve en el que quiero reflejar mi hartazgo sobre aquellas personas que últimamente ponen en tela de juicio este derecho, y lo hacen irónicamente ejerciéndolo, porque la libertad de expresión también te da pie a poder quejarte de que no hay libertad de expresión. En la foto que acompaña a la noticia veréis al presentador Pablo Motos con una frase que dijo en uno de sus programas en noviembre del 2023, "me rebelo absolutamente ante esta mierda de no poder tener libertad de expresión a cambio de que no te digan una palabra". Esto lo dice un señor que lleva casi 20 años liderando un programa en horario de máxima audiencia, delante de varias cámaras ante más de un millón de espectadores.
Pero no solo es Motos, también otros famosos como Victoria Abril en ese mismo programa, han soltado frases como "es que ahora ya no se puede ni hablar", haciendo alusión a que cuando ellos, los famosos con dinero, dicen algo la gente responde. Quizá, señoras y señores, el problema no es que no haya libertad de expresión, si no que a ustedes les jode que la gente que no opina lo mismo y que tiene otros criterios tenga exactamente el mismo derecho a expresarlo libremente. Porque en el fondo lo que les molesta es la libertad de réplica, que se les exponga y que se opine abiertamente en una sociedad que hace no mucho tiempo tenía que estar callada y obedecer sin rechistar.
Tampoco quiero perder oportunidad de comentar la noticia más polémica de los últimos días, que habla de las prácticas, a mi modo de ver abusivas, que lleva haciendo El Hormiguero mucho tiempo y que son una falta de respeto a otros compañeros de profesión y medios de comunicación. No todo vale por la audiencia, y menos sabiendo que no ha habido ningún tipo de represalias contra el programa o el presentador por comportamientos misóginos e inapropiados que han tenido lugar en ese plató a lo largo de los años. Creo que es hora de decir basta y actuar, porque desgraciadamente este no es un caso aislado, y se debe hablar abiertamente de la extorsión en los medios de comunicación y audiovisuales si queremos garantizar los derechos y libertades de quienes hacen posible que se siga haciendo televisión.
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