Seguro que habéis escuchado mil veces la típica frase de "los polos opuestos se atraen", y probablemente también habéis pensado que es una afirmación pobre y carente de sentido que solo ocurre en las comedias románticas con un guion repleto de clichés. Parece que ahora está de moda hablar de polos, de extremos súper peligrosos que hay que evitar a toda costa. O más bien hemos retrocedido en el tiempo y estamos normalizando que se considere peligroso defender los derechos humanos. Si os pareció poco el boom ignorante de quienes claudicaban "ni machismo ni feminismo, igualdad", siento comunicaros que la ignorancia no tiene límites.
Hace unos días se estrenó el famoso anuncio navideño de cierta empresa cárnica, un clásico desde hace años que pretende, entre otras cosas, blanquear la imagen de una empresa que ha sido demandada por vulnerar los derechos laborales de sus trabajadores. El tema de este año es la polarización, que hace referencia a la división de las personas entre dos polos opuestos, y concluye con un mensaje de concordia que invita a dejar las diferencias a un lado porque los extremos son muy malos. Para mandar este entrañable mensaje han contratado para salir en el anuncio a algunas personas conocidas, entre ellas Ana Rosa Quintana, cuya presencia en el mismo criticando la polarización no se entiende teniendo en cuenta que vive de ella.
Este anuncio se hace en un contexto sociopolítico en el que cada vez es más habitual ver lo normalizados que están algunos discursos de odio, mientras presenciamos cómo ganan elecciones partidos que tratan a los inmigrantes como basura, y seguimos esperando a que alguna organización internacional (si es que queda alguna libre de corrupción y tiranía) condene a Israel y su gobierno por crímenes de lesa humanidad. De modo que, encima de soportar todo esto cada día, nos tenemos que resignar a escuchar una y otra vez que existen dos polos, el que ataca los derechos humanos y el que los defiende, y que ambos son malos. ¿De verdad vais a creer que el problema de todo esto es que nos estamos enfrentando entre nosotros y que todos debemos ceder? ¿En qué se supone que tiene que ceder alguien que está en contra de que se asesinen miles de niños o que se utilice la violencia contra las personas inmigrantes?
Hemos normalizado los discursos de odio hasta tal punto que incluso la gente que lleva tiempo diciendo en programas de máxima audiencia "es que ya no se puede decir nada", te dice que tienes que ser más tolerante con tu cuñado en la cena de nochebuena, que lo de apoyar a gente que te agrede por maricón en plena calle no es para tanto. No nos hemos vuelto más intolerantes, es que parece que ser fascista ha dejado de dar vergüenza y cada vez se comparten más mensajes conservadores que van más allá de una mera discrepancia en política fiscal. Discursos que creíamos superados tienen un apoyo tan fuerte que la simple oposición a algo que hasta hace nada era impensable ahora te coloca en un tablero como un polo igual de peligroso, "ni bombardear hospitales ni derechos humanos, todos los extremos son malos".
Ante la impasividad cómplice de los equidistantes, una amplia mayoría que con tal de no posicionarse ante nada consiguen que el opresor siempre se salga con la suya, quizá sea verdad eso de que hay dos extremos. Y yo tengo muy claro en cuál de ellos debo estar, ¿lo sabes tú?

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