martes, 22 de abril de 2025

Entre el cielo y el clero

Hace tiempo que quería publicar un artículo sobre la hipocresía de parte del catolicismo, sobre la distancia entre la fe y las instituciones religiosas. Me alegro de haber postergado esa publicación porque no se me ocurre momento más idóneo que este. Ha fallecido el Papa Francisco, jefe de Estado de Ciudad del Vaticano y la cabeza visible de la iglesia católica, un argentino que ha revolucionado un poco a la institución que representaba, llegando incluso a poner en su contra a la parte más conservadora del catolicismo.

Durante estos años he escuchado varios discursos del Papa hablando de las desigualdades sociales, de ayudar al prójimo (de verdad y no con intereses), acercándose un poco a colectivos que tradicionalmente han sido rechazados por la iglesia, y condenando actos tan deleznables como el genocidio en Palestina. Estas posiciones, que son propias de lo que considero una persona con dos dedos de frente y nociones básicas de derechos humanos, no han gustado a parte de los fieles más reaccionarios que han llegado incluso a renegar de la figura más importante de la religión que supuestamente profesan. Pero es que irónicamente el Papa, que era jesuita, se ha limitado a llevar a cabo lo que los escritos bíblicos consideran que haría Jesucristo, que básicamente dedicó su vida a ayudar a todo aquel que precisase su ayuda, a perdonar y ser misericordioso (aunque no lo parezca de pequeño fui a misa).

Por eso siempre me ha llamado la atención la brecha tan grande que hay entre el cielo (la fe) y el clero (la institución religiosa), dos conceptos que deberían ir a la par pero que nada tienen que ver. Nunca olvidaré una frase que repite a veces mi tía abuela a sus 92 años: "yo creo en Dios y en los santos, pero no en los curas y la iglesia". Es triste analizar el historial que tiene la iglesia católica, ya no solo mencionando a la santa inquisición, si no a día de hoy en muchos lugares persiguiendo y repudiando a colectivos de personas que simplemente son diferentes a lo que ellos consideran como "lo normal", y se olvidan por completo de esos valores que supuestamente promueve su fe.

Yo me considero una persona atea, aunque respeto las creencias de los demás, pero no así a instituciones que se basan en el odio y el rechazo para subsistir. Porque por mucho que lo nieguen, a día de hoy una parte muy importante de la iglesia no deja de ser una empresa privada manejada por señores conservadores que poco o nada se asemeja a la imagen que intentan vender de solidaridad, amor y respeto. ¿Cómo es posible que un microestado religioso como Ciudad del Vaticano tenga un patrimonio de más de mil millones de euros mientras millones de niños mueren de hambre? ¿No había que compartir toda la riqueza con los pobres y hacer todo lo posible y más por luchar contra el hambre en el mundo?

Creo que alabar de más a un Papa que solo se limitó a decir cosas que cualquier buena persona diría refleja lo lejos que sigue la iglesia católica de predicar con el ejemplo. Porque aunque la mona se vista de seda mona se queda, y una institución que lleva siglos sustentándose en las desigualdades aprovechándose de vender su fe casi como un producto de mercado no es precisamente buen ejemplo de humanidad y justicia social. Que cada quién crea en lo que considere, pero que lo haga siendo plenamente consciente de hasta qué punto la fe y la institución se contraponen.



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