Hoy me apetece hacer una pequeña reflexión en base a una serie documental que estoy viendo y me está gustando bastante. Se llama 'Hope! Estamos a tiempo', un documental presentado por Javier Peña (a quien seguía desde hace tiempo) sobre diferentes actos significativos que se están llevando a cabo en muchas partes del mundo para luchar contra el cambio climático. Podéis verlo en la plataforma de RTVE Play (es gratis, así que no tenéis excusa para no hacerlo). Lo que pretende esta serie documental es poner el foco en los cambios positivos que están logrando muchos proyectos medioambientales, en vez de seguir bombardeando a la gente con la cara más pesimista y alarmante del cambio climático.
No es ninguna sorpresa que me apasionan los temas medioambientales, crecí viendo los documentales de la 2 y empecé a colaborar con Greenpeace cuando aún no había terminado el instituto. Además considero que cualquier persona que se diga de izquierdas debe estar comprometida con la causa ecologista porque todas las luchas sociales tienen un enemigo común, el sistema de producción capitalista. Y aunque todavía mucha gente crea que esta frase no es más que un mantra que repetimos como si fuese un comodín vacío de contenido, lo cierto es que tenéis cientos de artículos y ensayos al respecto que hablan claramente de cómo perjudica a la sociedad y el ecosistema vivir en un sistema cuyo sustento se basa en producir sin control, dejando en un plano casi inexistente las necesidades básicas de las personas y los derechos humanos.
En los capítulos que hay disponibles sobre este documental (aún quedan algunos capítulos por emitirse) se han expuesto problemas muy graves que han puesto en peligro la biodiversidad de muchos lugares, y al mismo tiempo soluciones que un grupo de personas han llevado a cabo para revertir la situación. No deja de ser curioso que siempre todas esas soluciones pasen por dejar de hacer algo que conlleva a la sobreproducción (exceso de pesca, macrogranjas, uso excesivo de pesticidas, etc) y esperar a que la naturaleza siga su curso. Que el ser humano deje de ser una especie invasora en arrecifes, montañas e incluso ciudades es lo mejor que le puede ocurrir al planeta. Y todo ello pasa por dejar de producir en exceso para que unos pocos se puedan enriquecer mientras una mayoría se sigue empobreciendo.
En España alrededor de un tercio de la comida acaba en la basura, y a las grandes empresas de la alimentación les da exactamente igual porque su objetivo es producir mucho para vender mucho, no acabar con el hambre en el mundo. ¿Por qué permitimos que todos esos recursos acaben en la basura si podemos producir menos y al mismo tiempo cubrir las necesidades de todo el mundo? Lo mismo pasa con la industria textil, que malgasta millones de litros de agua diarios para producir ropa que en muchas ocasiones a penas se usa una media de 10 veces. No hablemos ya de la industria cárnica, donde no solo podemos hablar de sufrimiento animal, si no que la superproducción de las macrogranjas está dañando el medioambiente, contaminando acuíferos, y aumentando cada vez más la deforestación (recordemos que más de la mitad de la producción agrícola se utiliza para alimentar el ganado).
En definitiva, creo que necesitamos ser muy claros al respecto y ser conscientes de que la lucha contra el cambio climático tiene un componente político esencial, y de nada sirve reciclar o decir que apoyas determinadas causas ecológicas si no te posicionas claramente en contra del sistema capitalista. Dejemos de vivir para producir, o mejor dicho, dejemos de producir para poder vivir.
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