martes, 20 de mayo de 2025

El chico del piano

Hay personas, canciones, miradas y objetos que en una milésima de segundo nos transportan al pasado y nos recuerdan lo que fuimos e hicimos tiempo atrás, e inevitablemente nuestra mente activa ese mecanismo al que yo llamo "y si", porque por alguna extraña razón nos envuelve un aura de melancolía imaginando todo aquello que no hicimos. ¿Por qué no le dije que sí a esa persona? ¿Por qué no estudié lo suficiente para entrar en otra carrera? ¿Qué habría pasado si no hubiese dejado mis pasiones a un lado? Preguntas que aún sabiendo que no tienen respuesta nos hacemos igual, y a veces duele.

A mi me costó muchos años aprender a entender y controlar mis emociones, asimilar lo que me pasaba, y asumir que la depresión y la ansiedad, si bien afortunadamente no habían acabado conmigo, me cambiaron la vida por completo. No es nada fácil escuchar a los demás decir constantemente que "la adolescencia y la etapa universitaria son la mejor vida" cuando te has intentado suicidar con dieciséis y diecinueve años. Parece mentira que hayamos avanzado tanto (en teoría) en el campo de la salud mental y sigamos siendo incapaces de comprender las heridas de los demás, creyendo que la salud reside solo en aquello que se puede ver y tocar, que lo físico trasciende a lo psicológico, y que si estás "triste" es solo una etapa.

Tengo que agradecer muchas cosas a mucha gente porque os aseguro que salir de un pozo profundo no es nada fácil incluso con ayuda, pero el Abel de hace diez años estaría tremendamente orgulloso del de ahora. He dicho muchas veces que el peor efecto de la ansiedad es sin duda la pérdida de memoria. Y tanto otras personas que la padecen como mi psicóloga están de acuerdo, es muy duro ser tan joven y que algo así te haya arrebatado tantos recuerdos, ver etapas de tu vida completamente borrosas y olvidarte de cosas que formaban parte de ti es algo que nunca dejará de doler.

Cualquiera que me conozca sabe que soy una persona sensible que se emociona con facilidad, pero hay algo concreto que siempre me toca la fibra especialmente. Como he dicho al principio hay cosas que en un momento nos transportan al pasado, a lo más profundo de nuestros recuerdos, y a mi me ocurre cada vez que escucho un piano. Cuando tenía 15 años me apunté a clases de piano, estaba ilusionado porque realmente me gustaba, pero tan solo fui un año. Después la depresión consiguió quitarme la ilusión por todo, y, a pesar de tocar ocasionalmente por mi cuenta, esa pequeña luz se me fue apagando poco a poco. Dejé de sonreír, y cada vez que alguien me preguntaba sobre el piano contestaba con monosílabos con tal de no dar explicaciones. No hay nada que me de más rabia que haberme olvidado de partituras que un día me supe de memoria, de melodías que tocaba de oído y conseguían levantar el poco ánimo que me quedaba.

Sé que la mayoría diréis que soy muy joven y que nunca es tarde para retomar tus pasiones. Aunque por desgracia lo que me falta ahora es tiempo, que es precisamente lo que más requiere este instrumento. No descarto volver a pasar mis dedos por las teclas, pero si os soy sincero me duele en cierto modo recordar todo lo que ha pasado desde entonces, he cerrado muchas heridas pero necesito tiempo para curarlas del todo. Lo que más me consuela de todo esto es que miro atrás y entre toda esa niebla siempre vislumbro al chico del piano, sonriendo mientras espera que nos volvamos a encontrar.



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