Dentro de unos días cumplo 27 años. Un dato que probablemente no os importe en absoluto, lo sé. Pero he pasado la gran mayoría de esos años viviendo en mi pueblo, un lugar maravilloso al norte de León situado justo al comienzo de la Cordillera Cantábrica. He ido al colegio público del pueblo, también al instituto, me he pasado los veranos enteros en la zona con familia y amigos, y a pesar de haberme ido 4 años a la universidad volvía siempre que podía. Ahora me he mudado a la otra punta del país a comenzar una nueva etapa y el contraste no podía ser mayor. Pasar de vivir en un pueblo que no llega a los 2.000 habitantes a la segunda ciudad más poblada de España asusta un poco (me siento Paco Martínez Soria en estos momentos), pero hay oportunidades que no se pueden desaprovechar.
La verdad es que a menudo caigo sin darme cuenta en la romantización del mundo rural, de mi tierra y mis raíces. Pero lo triste es que cada vez hay menos futuro en los pueblos, las opciones de trabajo escasean más y los servicios públicos a menudo brillan por su ausencia. He intentado hacer de todo en estos últimos años para evitar algo que por desgracia no está en mis manos ni en las de la mayoría de habitantes de los pequeños municipios, y hasta de las pequeñas ciudades. Por eso siempre digo que la gente no se va de los pueblos, la falta de oportunidades es la que echa a esa gente. Precisamente hoy han salido los últimos datos de la Encuesta de Población Activa que sitúan a León como la provincia con la tasa de actividad más baja del país, a penas un 48,2%.
Que conste que yo siempre he defendido la calidad de vida de residir en una zona como la mía y lo seguiré haciendo, pero es cierto que si no se hace nada para solucionar este alarmante problema del mercado laboral en las provincias más rurales, la sangría de población que sufrimos seguirá empeorando. Yo soy el primero al que le da rabia, y le resulta irónico, haber encontrado en Barcelona una oportunidad laboral que me pasé meses buscando en León, y esto mismo les ha pasado a miles de habitantes de mi tierra que ahora viven y trabajan en otras provincias, e incluso en otros países. Porque ya no es solo que haya más o menos trabajo, si además el poco que hay es precario la cosa se complica más aún.
En definitiva, soy consciente de que la decisión que he tomado es de carácter personal y me atañe única y exclusivamente a mi, pero siento que como leonés, como habitante de una tierra ya de por sí maltratada, nos obligan constantemente a poner en una balanza nuestros intereses personales y profesionales, además de nuestro cariño y compromiso con nuestro pueblo. ¿Irte en busca de oportunidades mejores o quedarte y luchar con una losa de incertidumbre sobre tus espaldas? Supongo que no son más que divagaciones que hago para intentar no sentirme culpable por haberme ido, aunque no dejaré de hacer cosas que puedan contribuir a mejorar la situación. Creo que es la primera vez que escribo un post tan personal, pero en realidad no soy más que una mera hormiga que forma parte de un éxodo rural que comenzó hace algo más de medio siglo y por desgracia no ha terminado.
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