martes, 16 de diciembre de 2025

Despolarización

Seguro que habéis escuchado mil veces la típica frase de "los polos opuestos se atraen", y probablemente también habéis pensado que es una afirmación pobre y carente de sentido que solo ocurre en las comedias románticas con un guion repleto de clichés. Parece que ahora está de moda hablar de polos, de extremos súper peligrosos que hay que evitar a toda costa. O más bien hemos retrocedido en el tiempo y estamos normalizando que se considere peligroso defender los derechos humanos. Si os pareció poco el boom ignorante de quienes claudicaban "ni machismo ni feminismo, igualdad", siento comunicaros que la ignorancia no tiene límites.

Hace unos días se estrenó el famoso anuncio navideño de cierta empresa cárnica, un clásico desde hace años que pretende, entre otras cosas, blanquear la imagen de una empresa que ha sido demandada por vulnerar los derechos laborales de sus trabajadores. El tema de este año es la polarización, que hace referencia a la división de las personas entre dos polos opuestos, y concluye con un mensaje de concordia que invita a dejar las diferencias a un lado porque los extremos son muy malos. Para mandar este entrañable mensaje han contratado para salir en el anuncio a algunas personas conocidas, entre ellas Ana Rosa Quintana, cuya presencia en el mismo criticando la polarización no se entiende teniendo en cuenta que vive de ella.

Este anuncio se hace en un contexto sociopolítico en el que cada vez es más habitual ver lo normalizados que están algunos discursos de odio, mientras presenciamos cómo ganan elecciones partidos que tratan a los inmigrantes como basura, y seguimos esperando a que alguna organización internacional (si es que queda alguna libre de corrupción y tiranía) condene a Israel y su gobierno por crímenes de lesa humanidad. De modo que, encima de soportar todo esto cada día, nos tenemos que resignar a escuchar una y otra vez que existen dos polos, el que ataca los derechos humanos y el que los defiende, y que ambos son malos. ¿De verdad vais a creer que el problema de todo esto es que nos estamos enfrentando entre nosotros y que todos debemos ceder? ¿En qué se supone que tiene que ceder alguien que está en contra de que se asesinen miles de niños o que se utilice la violencia contra las personas inmigrantes?

Hemos normalizado los discursos de odio hasta tal punto que incluso la gente que lleva tiempo diciendo en programas de máxima audiencia "es que ya no se puede decir nada", te dice que tienes que ser más tolerante con tu cuñado en la cena de nochebuena, que lo de apoyar a gente que te agrede por maricón en plena calle no es para tanto. No nos hemos vuelto más intolerantes, es que parece que ser fascista ha dejado de dar vergüenza y cada vez se comparten más mensajes conservadores que van más allá de una mera discrepancia en política fiscal. Discursos que creíamos superados tienen un apoyo tan fuerte que la simple oposición a algo que hasta hace nada era impensable ahora te coloca en un tablero como un polo igual de peligroso, "ni bombardear hospitales ni derechos humanos, todos los extremos son malos".

Ante la impasividad cómplice de los equidistantes, una amplia mayoría que con tal de no posicionarse ante nada consiguen que el opresor siempre se salga con la suya, quizá sea verdad eso de que hay dos extremos. Y yo tengo muy claro en cuál de ellos debo estar, ¿lo sabes tú?


martes, 2 de diciembre de 2025

Salario mínimo, esfuerzo mínimo

Estoy cansado de ver precariedad en cada esquina, de que el poder adquisitivo de millones de personas disminuya porque su salario crece porcentualmente menos que el coste de la vida. Pero lo que de verdad me consume de rabia es la gente que niega la evidencia desde su sillón de privilegio.

Jamás voy a aceptar ningún tipo de crítica hacia el salario de los trabajadores que venga del presidente de la CEOE, que cobra algo más de 23 veces el Salario Mínimo Interprofesional. Tampoco de políticos que dicen que no apoyarán una subida de dicho salario porque es perjudicial, pero al mismo tiempo cobran solo en dietas más del doble. Y para rematar te vas de cañas y la camarera te cuenta que su turno terminó hace dos horas pero que tiene que quedarse para hacer el trabajo de dos personas y, con mucha suerte, cobrar en B y muy mal pagadas las horas extra.

Por si esto fuera poco, podemos ver cómo los beneficios millonarios de empresas como Repsol no paran de crecer, aunque estas buenas noticias nunca se ven reflejadas en el salario de los trabajadores. En cambio, cuando las cosas no van como la empresa desea, de lo primero que prescinden es de los sueldos. Como Telefónica, que a pesar de tener más de 200 millones de euros en beneficios ha considerado oportuno realizar un ERE a cerca de 6000 empleados. "Pero es que el empresario es el que arriesga", es muy fácil arriesgar con la fuerza productiva de los demás.

Evidentemente no meto en este saco a los trabajadores autónomos, cuyo régimen ha mejorado algo gracias a la presión sindical y a partidos de centro izquierda, pero su situación puede y debe mejorar, sobre todo para quienes tienen empleados a su cargo. Esto no justifica, claro está, que se les exonere de cumplir con las obligaciones mínimas que competen a todo empleador para garantizar unos derechos laborales dignos. Y ahora espero que nadie me diga que "pobrecitos, que no llegan a fin de mes y no deberían pagar ningún impuesto", cuando esa misma gente prefiere consumir en una gran empresa antes que ir al negocio de un autónomo o una microempresa. Aunque este tipo de moralidades carece de sentido para quienes todavía creen que el mercado se regula solo y que un autónomo puede luchar en libre competencia contra una multinacional que factura miles de millones.

También quiero incidir en que hablar de subidas salariales no debería implicar solamente que suba el mínimo (demos gracias a que exista un mínimo legal), porque lo triste es que el resto de salarios y condiciones laborales tampoco mejoran al ritmo que deberían. No puedes exigir en una entrevista de trabajo que tus candidatos cumplan 37 requisitos y a la hora de hablar de las ventajas del puesto su salario, jornada y vacaciones sean muy inferiores a las que su titulación y experiencia merecen. Porque el saber hacer se paga, ya seas ejecutivo o una electricista.

Prefiero no profundizar mucho más en el tema porque acabaría hablando de la reducción de jornada que no termina de llegar (y en mi opinión es demasiado laxa), y acabaría volviendo al mismo tema sobre que el trabajo asalariado es una lacra para mantener el status quo de una élite adinerada. Solo quiero recalcar que no estoy dispuesto a ver cómo se pisotean los derechos laborales por los que tanta gente lleva décadas luchando, y que si la economía se puede hundir porque la gente tenga salarios decentes, quizá es porque ese modelo económico debe destruirse.



jueves, 20 de noviembre de 2025

50 años de transición

Hoy se cumplen 50 años de la muerte de Francisco Franco y la posterior llegada de la democracia a nuestro país. Precisamente hace unos días la Casa Real llevó a cabo un acto de celebración por los 50 años de monarquía, lo que me invita a reflexionar sobre lo larga que se está haciendo esta transición.

Durante la guerra civil los nazis, aliados de Franco, bombardearon ciudades como Gernika y le ayudaron a ganar la guerra. Favor que se cobraron durante los años 40, cuando tras la Segunda Guerra Mundial muchos nazis se refugiaron en España al amparo de la dictadura. Cuarenta años de terror en los que las organizaciones internacionales no hicieron absolutamente nada por derrocar la dictadura fascista que vulneraba los derechos humanos. A Estados Unidos le convenía estar a buenas con Franco, porque en los años 50 se crearon varias bases militares (como la de Rota), con el objetivo de acercarse así al territorio del principal enemigo de los norteamericanos en ese momento, la URSS. Es decir, que si hubo algún atisbo de esperanza intentando acabar con la dictadura durante esos años, alguna que otra potencia mundial colaboró para que esa llama revolucionaria no se extendiese demasiado.

El 20 de noviembre de 1975 el dictador Francisco Franco moría en la cama. Jamás fue ajusticiado, nunca hubo una revolución que pudiese derrocar la dictadura, simplemente falleció el caudillo y se le enterró con todos los honores en un mausoleo. Después comenzó la transición, un proceso pseudodemocrático en el que se pasó de 40 años de régimen a una monarquía parlamentaria. Algunos creen que el fin de la transición llegó con la aprobación de la Constitución Española en 1978. Otros, sin embargo, consideramos que este proceso todavía sigue vigente, y que por desgracia aún no nos hemos desprendido de los escombros de la dictadura fascista.

Es imposible romper cualquier lazo con un régimen dictatorial si pasas de la noche a la mañana a llamar democracia a un sistema que sigue sustentando a los mismos jueces, militares, policías y políticos que durante décadas se dedicaron a cumplir las órdenes de un criminal. Pero si hay algo que deja patente que seguimos en la misma línea es sin duda la corona. Franco designó a Juan Carlos I como sucesor de la Jefatura de Estado en 1969, y hasta el día de hoy esta institución sigue encabezada por los Borbones, negando a la población española su legítimo derecho de poder elegir democráticamente quién ocupa ese lugar.

Cuando hablamos del "Régimen del 78" hacemos referencia a todas estas evidencias que demuestran que el sistema político bipartidista (el PP y el PSOE llevan décadas turnándose el gobierno de España) jamás ha puesto empeño por romper del todo con la dictadura, y hacer honor a la memoria democrática. ¿Por qué se nos impuso una monarquía parlamentaria? ¿Por qué los españoles no tienen derecho a conocer los archivos clasificados del CNI relacionados con el golpe de Estado del 23F? ¿Por qué nunca se renovó por completo el poder judicial rompiendo toda relación con los tribunales de la dictadura?

Francisco Franco habrá muerto hace 50 años, pero su legado sigue vivo y prácticamente intacto. Esta transición interminable solo llegará a su fin cuando los partidos políticos reconozcan todos sus errores y trabajen de verdad para construir una democracia plena y digna de ser considerada como tal. O en su defecto, cuando la presión social tome las calles para exigir un país más justo y democrático. Nos merecemos un cambio que vaya más allá de las victorias a cuenta gotas.