martes, 28 de octubre de 2025

'Castillaleón', la ingobernable

La y es una conjunción copulativa que normalmente se utiliza para unir palabras, como por ejemplo "pera y manzana", "sapo y culebra", o "Castilla y León." Si quitamos la y que une las palabras de estos ejemplos tendríamos una fruta llamada peramanzana, un sapoculebra como animal, o la comunidad autónoma de Castillaleón. Tres conceptos que, supuestamente, no existen.

Para poneros en contexto, hace unos meses el PSOE de Castilla y León eligió como candidato a las elecciones autonómicas al soriano Carlos Martínez, un hombre que en reiteradas ocasiones se ha referido a la comunidad autónoma como "Castillaleón". Para mucha gente esto es un gesto sin importancia, para otros es lamentable ver cómo alguien que pretende presidir el gobierno de una comunidad no es capaz de pronunciar bien su nombre. "Solo se ha comido la y", dicen para restar importancia a algo que, en otros territorios, sería similar a decir "Astorias, Madrod, Castaluña, o Eragon" (esta última tiene su gracia).

Podría haber sido una anécdota sin importancia si no fuera porque el otro día en un acto del PSOE en León a este señor no se le ocurrió otra cosa que hacer alusión a estos "lapsus" diciendo que "habrá que decir Castilla y León, y Soria y Burgos...", dejando claro que no solo no conoce el nombre de su propia comunidad, tampoco su historia. Personalmente no entiendo cuál es la estrategia de este partido viniendo a León a reírse de las leonesas y leoneses, teniendo al PP enfrente desde hace casi cuatro décadas, y haciendo precampañas tan pobres como esta. Pero después lo entendí; no quieren gobernar Castilla y León.

Para el bipartidismo nuestro hogar es tierra de sacrificio para beneficiar a otros lugares. Inundaron nuestros pueblos, han quemado nuestros montes, y jamás se han preocupado por la alarmante sangría poblacional de lugares como Zamora o León. La población envejecida, la falta de oportunidades y la desafección por una identidad propia que no existe, han convertido a esta comunidad en un feudo del Partido Popular en el que el PSOE se ha acomodado como la eterna oposición. En León nos hemos aprendido muy bien aquello de "donde dije digo, digo Diego", pues todos los proyectos estatales y autonómicos de nuestra provincia aguardan eternamente en un cajón mientras el PP acusa al PSOE estatal de cosas que no hacen ellos en la junta, y el PSOE hace lo propio con el PP autonómico sobre cosas que no hacen ellos desde el gobierno.

Y mientras tanto tenemos una larga fila de políticos y politólogos de la capital diciéndonos que claro, como nuestras provincias son pequeñitas y eligen a pocos políticos, es mejor votar al PSOE como única alternativa contra el PP. La falta de acción política real y las campañas descafeinadas de algunos pseudosocialistas son las principales razones por las que sigue gobernando el PP en esta comunidad. No porque aumente el voto a la derecha, más bien porque disminuye el suyo propio. Yo personalmente estoy cansado de este juego, de tantas gilipolleces entre dos partidos herederos del régimen del 78, que más que impulsar la democracia parecen empeñados en seguir entorpeciéndola.

Para mi hay tres cosas que quedan claras: que Castilla y León es una Comunidad autónoma fallida formada por dos regiones diferentes, que el PSOE no se molesta en querer gobernar dicha comunidad, y que la ciudadanía cada vez está más cansada de que la política del fango estatal se superponga por encima de la gestión y los problemas sociales de nuestro territorio.


Fuente de la fotografía: ICAL


martes, 14 de octubre de 2025

La decimonovena unificación de la izquierda

En la vida hay varias cosas que son cíclicas, como determinados sucesos históricos, la economía y sus crisis, o los proyectos de unificación de la izquierda en España. Como dice el refrán "a la decimonovena va la vencida", más o menos. La política española se ha ido convirtiendo cada vez más en un escenario que simula una campaña electoral perpetua, donde los partidos estatales parecen siempre más preocupados por enzarzarse mutuamente que por gobernar, ya sea en las Comunidades Autónomas, en algunos ayuntamientos, o incluso en el Congreso y el Senado. Y entre tanto barullo aparece siempre el mismo dilema: ¿por qué hay tantos partidos de izquierdas y por qué no se ponen de acuerdo? 

Si creéis que voy a responder yo a esa pregunta dejad de leer, porque a veces ni yo mismo lo entiendo. Lo que haré será intentar contextualizar la situación actual sobre esta encrucijada, porque hay cosas que a pesar de ser muy simples parece que se nos han olvidado. Empezando porque las elecciones en nuestro país, tanto las generales como las autonómicas (en aquellas CC.AA con 2 o más provincias) son por circunscripciones provinciales. ¿Qué quiere decir esto? Que tú votas a los partidos que se presentan en tu provincia, concretamente a la lista que ese partido presenta en la provincia. Es decir, que si quieres "votar a Pedro Sánchez", siendo estrictamente rigurosos solo lo puedes hacer si votas en Madrid.

Por eso creo que repensar una vez más la unificación de la izquierda desde un punto de vista centralista es un error. Parece que el resto del país tiene que obedecer siempre las directrices de los políticos y politólogos de Madrid, y se olvidan de escuchar ya no a otros partidos, sino a la gente de otros territorios, que está harta de ser una colonia de la que se acuerdan solamente cada vez que hay elecciones. Las matemáticas son una ciencia exacta, pero en política uno más uno no siempre son dos. ¿Tan difícil es entender que no queremos crear un partido nuevo que lo aglutine todo? Sumar se vendía como una confluencia de partidos de distintos territorios, y acabaron creando su propia marca y sus propias directrices.

El poder es la droga más peligrosa del mundo, y parece que algunas personas prefieren hacer y deshacer a su antojo antes de sentarse a escuchar y hablar sobre la situación social y política de cada lugar. Si aquellos partidos estatales que van dando lecciones lo hiciesen todo tan bien como dicen, entonces no habrían nacido otros partidos más pequeños apegados a su territorio. Unificar bajo el pensamiento de una sola España es centralizar un movimiento, asumir que la clase trabajadora es igual en Tenerife que en Zamora, y olvidarse de la lucha diaria contra problemas que en muchas ocasiones sí que tienen que ver con el lugar en el que se vive.

Por eso no entiendo una unificación que no tenga como punto de referencia la existencia de diferentes formaciones políticas de izquierdas en sus respectivos territorios, que puedan trabajar juntas algunos puntos en común, pero que se respete su espacio en aquellos lugares donde la cercanía es fundamental para considerar la política una herramienta de transformación. Entendiendo el problema desde un punto de vista meramente electoral, no tiene sentido seguir obviando que cada circunscripción tiene sus propias características, y que los diferentes partidos regionales no han venido para "joder la armonía de la izquierda española", sino porque en esos lugares las luchas sociales han derivado en proyectos políticos apegados al territorio.

Con esto no estoy diciendo que se tenga que dividir la izquierda, sobre todo teniendo en cuenta que muchos de estos pequeños partidos se entienden mejor entre ellos que algunos que se presentan a nivel nacional en todas partes. A lo que voy es al hecho de que para crear algo primero hay que escuchar, después entender, y por último conversar. Sin estos tres primeros pasos no se puede trabajar en nada más allá del ego de unos pocos. "Es que así lo que consigues es que haya veinte partidos". Bueno, es que quizá el problema no es que pueda haber veinte que luego se entiendan entre sí y al mismo tiempo defiendan los intereses de sus territorios en las cortes. Quizá el problema es tener 4 o 5 partidos estatales con sedes centralizadas cuya disciplina de voto dificulta la toma de decisiones que garanticen un desarrollo social y económico en determinados territorios que sufren un abandono institucional alarmante.

Quiero que quede claro que esta es una reflexión personal, que para nada es una "verdad absoluta", y que es evidente que este tema es lo suficientemente serio e importante como para que genere debate. Pero para que todo esto tenga sentido recordad: escuchar, entender y conversar. La política debe ser siempre una herramienta de transformación en manos del pueblo, por mucho que algunos se hayan empeñado durante años en convertirla justo en lo contrario. 


martes, 30 de septiembre de 2025

El doble por la mitad

"El término micromachismo hace referencia a pequeños actos, gestos, comentarios y actitudes machistas, a menudo imperceptibles e inconscientes, que refuerzan la supuesta inferioridad femenina y la dominación masculina en la vida cotidiana." Estoy seguro de que habéis oído hablar de esto más de una vez, y espero que como mínimo os haya hecho reflexionar más de diez segundos. Por desgracia muchos hombres consideran que este término es una gilipollez, los mismos que a diario tienen estas actitudes mientras dicen "¿pero cómo voy a ser yo machista si tengo madre?"

Para poner algunos ejemplos vamos a echar la vista un poco atrás. Durante la dictadura franquista la educación estuvo marcada por una ideología abiertamente misógina, que segregaba las escuelas por sexos separando a niñas y niños, rompiendo así con la educación mixta que promovía la Segunda República. El objetivo era educar a las niñas para que en un futuro fuesen buenas madres y esposas, y se les enseñaba en la escuela labores domésticas, al mismo tiempo que los niños aprendían matemáticas, ciencias y literatura (esta última muy limitada, ya que los libros de autores considerados "rojos" estaban prohibidos). Esto no significa que las chicas no pudiesen estudiar, pero es evidente que lo tenían mucho más difícil si querían hacer un bachiller, o incluso ir a la universidad. Para ellas los estudios eran algo secundario porque no debían descuidar su papel como sumisas al servicio de un hombre y, posteriormente, sus hijos.

Afortunadamente las cosas han cambiado bastante, pero no así los mimbres de esa misoginia que, si bien mucha gente no se atreve a mostrar tan a la ligera como antes, va dejando un rastro de comportamientos que no distan mucho de los pensamientos de antaño. Y es que por desgracia en muchos ámbitos sociales, y particularmente familiares, se sigue notando que muchas mujeres tienen que hacer el doble de esfuerzo para recibir la mitad de reconocimiento. Es tan fácil ser tachada de mala madre como que te alaben por ser un buen padre. Vamos de modernos y de que rompemos con los estereotipos de toda la vida y en los entornos más primarios parece que es imposible asumir que los cuidados no deben recaer siempre sobre las mujeres y que encargarte de tus hijos y las tareas del hogar no te hace menos hombre. Hemos normalizado considerar a una madre mala por no encargarse de al menos la mitad de los cuidados de sus hijos, mientras consideramos buen padre a un hombre que simplemente aprendió a cambiar pañales y lleva a sus hijos al colegio. 

Lo mismo ocurre en los entornos profesionales, donde parece que aún sigue penalizando el hecho de quedarse embarazada, donde la maternidad se sigue planteando como un problema a la hora de querer ascender en una empresa, mientras que la paternidad se percibe como algo que existe y no tiene la misma relevancia. En España no se llegaron a equiparar la baja por paternidad y maternidad hasta el año 2021, hace cuatro días como quien dice. Ya no hablamos de otro siglo, es que hace media década aún se percibía como normal que por el hecho de ser mujer tenías tú que trabajar menos tiempo para cuidar a los hijos, y no sus padres. Estamos hablando de que aún a día de hoy el porcentaje de mujeres que retrasan su crecimiento laboral para dedicarse a los cuidados, que reducen su jornada laboral por ello, o que incluso llegan a pedir excedencias, sigue siendo más alto que el de los hombres.

Lo peor es que incluso sabiendo todo esto aún hay gente que lo justifica diciendo cosas como que las madres tienen mayor instinto o que es normal porque en el vientre se crea un vínculo especial. Estamos hablando de cuidado y responsabilidades de personas adultas, de llegar a ser humanos funcionales que tienen la suficiente capacidad de raciocinio y empatía como para saber que no hay ni una sola tarea que esté destinada para un sexo concreto. Y hasta que no entendamos algo tan simple va a ser imposible evolucionar en una sociedad que va cambiando, pero no a la misma velocidad para todo el mundo.

En definitiva, que al igual que un vaso lleno de agua no es más que el conjunto de miles de gotas que han conseguido llenarlo, los micromachismos que a mucha gente le parecen tan insignificantes demuestran que efectivamente lo único micro que reside en ellos es el simple hecho de analizarlos individualmente, pero la misoginia se nutre del cúmulo de todos ellos.