Estoy cansado de ver precariedad en cada esquina, de que el poder adquisitivo de millones de personas disminuya porque su salario crece porcentualmente menos que el coste de la vida. Pero lo que de verdad me consume de rabia es la gente que niega la evidencia desde su sillón de privilegio.
Jamás voy a aceptar ningún tipo de crítica hacia el salario de los trabajadores que venga del presidente de la CEOE, que cobra algo más de 23 veces el Salario Mínimo Interprofesional. Tampoco de políticos que dicen que no apoyarán una subida de dicho salario porque es perjudicial, pero al mismo tiempo cobran solo en dietas más del doble. Y para rematar te vas de cañas y la camarera te cuenta que su turno terminó hace dos horas pero que tiene que quedarse para hacer el trabajo de dos personas y, con mucha suerte, cobrar en B y muy mal pagadas las horas extra.
Por si esto fuera poco, podemos ver cómo los beneficios millonarios de empresas como Repsol no paran de crecer, aunque estas buenas noticias nunca se ven reflejadas en el salario de los trabajadores. En cambio, cuando las cosas no van como la empresa desea, de lo primero que prescinden es de los sueldos. Como Telefónica, que a pesar de tener más de 200 millones de euros en beneficios ha considerado oportuno realizar un ERE a cerca de 6000 empleados. "Pero es que el empresario es el que arriesga", es muy fácil arriesgar con la fuerza productiva de los demás.
Evidentemente no meto en este saco a los trabajadores autónomos, cuyo régimen ha mejorado algo gracias a la presión sindical y a partidos de centro izquierda, pero su situación puede y debe mejorar, sobre todo para quienes tienen empleados a su cargo. Esto no justifica, claro está, que se les exonere de cumplir con las obligaciones mínimas que competen a todo empleador para garantizar unos derechos laborales dignos. Y ahora espero que nadie me diga que "pobrecitos, que no llegan a fin de mes y no deberían pagar ningún impuesto", cuando esa misma gente prefiere consumir en una gran empresa antes que ir al negocio de un autónomo o una microempresa. Aunque este tipo de moralidades carece de sentido para quienes todavía creen que el mercado se regula solo y que un autónomo puede luchar en libre competencia contra una multinacional que factura miles de millones.
También quiero incidir en que hablar de subidas salariales no debería implicar solamente que suba el mínimo (demos gracias a que exista un mínimo legal), porque lo triste es que el resto de salarios y condiciones laborales tampoco mejoran al ritmo que deberían. No puedes exigir en una entrevista de trabajo que tus candidatos cumplan 37 requisitos y a la hora de hablar de las ventajas del puesto su salario, jornada y vacaciones sean muy inferiores a las que su titulación y experiencia merecen. Porque el saber hacer se paga, ya seas ejecutivo o una electricista.
Prefiero no profundizar mucho más en el tema porque acabaría hablando de la reducción de jornada que no termina de llegar (y en mi opinión es demasiado laxa), y acabaría volviendo al mismo tema sobre que el trabajo asalariado es una lacra para mantener el status quo de una élite adinerada. Solo quiero recalcar que no estoy dispuesto a ver cómo se pisotean los derechos laborales por los que tanta gente lleva décadas luchando, y que si la economía se puede hundir porque la gente tenga salarios decentes, quizá es porque ese modelo económico debe destruirse.
